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David Atance del Olmo / Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas, Empresariales y Turismo de la Universidad de Alcalá (UAH)

'Hay una reducción progresiva de la brecha de género en la longevidad debido a hábitos poco saludables, que eran más comunes en hombres'

Atance del Olmo se ha convertido en una de esas personas clave para los demógrafos. Él y su equipo han dedicado cuatro años a estratificar la mortalidad y la longevidad en el mundo en las últimas décadas y a actualizar ambos conceptos. Sus conclusiones –publicadas recientemente en la prestigiosa revista PlosOne– han tenido un gran impacto, Con él analizamos ‘Convergencia y divergencia en la mortalidad: un estudio global de 1990 a 2030’, su relevancia y la verdadera dimensión de los resultados

Emma Vicente EM 12-03-2024

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David Atance del Olmo es el autor principal del estudio.

PREGUNTA.- Las matemáticas han venido, una vez más, a dar luz a un asunto vehicular para la Humanidad. En este caso, abordando una perspectiva de la longevidad y mortalidad que puede ser muy útil para el desarrollo de futuras medidas políticas sanitarias y sociales. Pero empecemos por el principio. La investigación que usted ha liderado –Convergencia y divergencia en la mortalidad: un estudio global de 1990 a 2030– busca actualizar el concepto de convergencia/divergencia de la mortalidad. ¿Cómo traduciría esto a nivel usuario?

RESPUESTA.- La convergencia/divergencia de la mortalidad se fundamenta en la agrupación de países con características de mortalidad (donde las personas tienden a vivir menos de los esperado) y longevidad (donde las personas tienden a vivir más de lo esperado) similares. En este estudio, se ha llevado a cabo la medición del fenómeno de la mortalidad y la longevidad a través de nueve indicadores, los cuales nos permiten analizar este fenómeno desde diversas perspectivas. Una vez que hemos medido estos indicadores, procedemos a agrupar los países mediante modelos de estadística (metodología clúster) que permiten identificar grupos de países con características similares dentro del mismo grupo, pero diferentes con respecto al resto de los grupos. 

P.- Para medir este fenómeno han recurrido, como ha dicho, a indicadores que analizan la mortalidad y la longevidad desde perspectivas diversas. ¿Cuáles son y por qué estos?

R.- Hemos empleado un total de nueve indicadores para, como he mencionado, evaluar la mortalidad y longevidad desde múltiples perspectivas. Estos indicadores van desde la esperanza de vida al nacer, la esperanza de vida a los 65 años, el índice de Gini y la edad modal de muerte, entre otros. La razón de utilizar una variedad de indicadores radica en el interés de abordar todas las perspectivas que influyen en el fenómeno de la mortalidad y la longevidad. Por ejemplo, mientras que la esperanza de vida al nacer proporciona una estimación del número de años promedio que se espera que una persona viva, la esperanza de vida a los 65 años, específicamente, se enfoca en los años restantes de vida de una persona a la edad de jubilación, lo cual resulta relevante para cálculos actuariales que influyen en los seguros de vida y para comprender la dinámica de los flujos de pensiones. 

El índice de Gini ofrece información sobre la distribución en la edad de fallecimiento dentro de una población, lo que permite discernir si existe una tendencia generalizada a la misma edad de muerte o si, por contra, hay una gran dispersión en dicha edad, como suele ocurrir en países en vías de desarrollo.

P.- Tenemos los indicadores y ahora toca la división del planeta, que la han hecho en cinco “clubes de convergencia de mortalidad de 194 países”. ¿Cómo se hace este agrupamiento?

R.- Estos conjuntos de países se forman mediante la agrupación de los nueve indicadores de mortalidad de los diferentes países utilizando una técnica de estadística avanzada, como he dicho anteriormente. Esta herramienta crea agrupaciones/grupos de países con características de mortalidad y longevidad similares dentro del grupo, pero distintas con respecto a los demás subconjuntos. En este estudio, se han agrupado los países en tres momentos temporales concretos 1990, 2010, y 2030, y para hombres y mujeres de manera separada. Por lo tanto, dependiendo del momento y del género estudiado, encontramos distintos conjuntos de países. 

Aunque, si bien es cierto, existen relaciones más o menos consistentes con respecto a los países que integran cada grupo, los países de Europa, América del Norte (EE UU y Canadá), Japón, Australia y Nueva Zelanda conforman el conjunto con los mejores resultados en términos de mortalidad y longevidad. 

En el segundo grupo se encuentran naciones del norte de África, Asia e islas del sudeste asiático. En tercer lugar, se hallan países de Centroamérica y Sudamérica. En el cuarto grupo, se incluyen países del centro y sur de África. 

Por último, en el quinto grupo se encuentran países que atraviesan situaciones de inestabilidad política, conflictos armados o desafíos socioeconómicos, como son Lesoto, Uganda, etcétera. 

P.- El estudio concluye que hay una tendencia al aumento de la esperanza de vida en todo el mundo. En el caso de los países africanos ese aumento es considerable respecto al club de los países desarrollados, en los que también se observa ese alza pero más lenta. ¿A qué se debe esto?

R.- Es cierto que durante el periodo estudiado, los países africanos han experimentado el mayor aumento de los indicadores de mortalidad y longevidad. Esto puede atribuirse al hecho de que estos países partían de valores iniciales considerablemente más bajos, por lo que cualquier avance en términos de salud o medicina podrían traducirse en mejoras significativas en países en vías de desarrollo. 

Sin embargo, en los países desarrollados con resultados óptimos en términos de longevidad y mortalidad, aunque estos resultados continúan mejorando año tras año, esa mejoría se ha visto reducida en los últimos años. Incluso en ciertos países, la esperanza de vida se ha estancado y permanece constante. Este fenómeno se debe a que los avances en materia de mortalidad han disminuido, sugiriendo que quizás la medicina, la salud y los hábitos de vida saludable, entre otras mejoras, han alcanzado su máximo potencial y ya no se puede prolongar mucho más la esperanza de vida. Esta es una de las teorías que existen, pero otra de las teorías existentes sugiere que este estancamiento podría estar relacionado con la influencia de la pandemia de la Covid-19, cuyos efectos todavía se reflejan en nuestros indicadores.

P.- Hay una brecha de género que se está acortando. La diferencia en la mortalidad entre hombres y mujeres se está reduciendo progresivamente. ¿Por qué se está produciendo este acercamiento? ¿Confluirá en algún momento?

R.- Como he señalado, en los últimos años se ha observado una reducción en la brecha de género en términos de mortalidad/longevidad. Eso se atribuye principalmente a la incorporación de las mujeres al ámbito laboral, lo que ha conllevado la adopción de ciertos hábitos por parte de las mujeres que antes eran más comunes entre los hombres, como son el consumo de tabaco, alcohol e incluso la realización de trabajos más peligrosos. Estos cambios han resultado en un aumento de la mortalidad de las mujeres en edad laboral en comparación con años anteriores, contribuyendo así a la reducción de la brecha de género. Sin embargo, se espera que esta brecha de género persista e incluso nunca desaparezca, como indican los resultados de nuestro estudio. Una de las razones que justifica esta diferencia a lo largo del tiempo, se basa en un estudio de Sano en 2022, que demostró que durante el proceso de envejecimiento, los hombres experimentan una pérdida de ciertos componentes en la sangre que aumentan la probabilidad de desarrollar ciertas enfermedades cardiovasculares, fibrosos, y disfunciones cardiacas, en comparación con la población femenina. 

P.- Realizar este estudio les ha llevado cuatro años, en los que han publicado además cuatro libros: ‘Barómetro socioeconómico de la longevidad’, ‘Atlas 2021 Mundial de la Longevidad’, ‘Barómetro socioeconómico de la longevidad en Europa’ y ‘Radiografía geoeconómica mundial de la longevidad’, lo que evidencia la profundidad del trabajo que han obtenido. ¿Qué ha sido lo más difícil de esta investigación?

R.- Sin duda, uno de los mayores desafíos ha sido la publicación del artículo. En el ámbito de la investigación, conseguir que un artículo sea aceptado en revistas científicas representa un proceso bastante arduo, ya que encontrar una revista adecuada para su publicación puede resultar sumamente difícil. En nuestro caso, perseverar sin perder la esperanza y seguir insistiendo en la búsqueda de una revista compatible para nuestro artículo ha sido una de las tareas más complicadas.

P.- Por último, este estudio ofrece una visión panorámica sobre el aumento de la desigualdad mundial en términos de longevidad. En su opinión, ¿cuáles son los resultados alcanzados que más le han llamado la atención?

R.- Después de analizar la longevidad y mortalidad a nivel mundial, varios aspectos han llamado nuestra atención. En primer lugar, hemos observado mejoras en todos los indicadores de longevidad, y se espera que estas mejoras continúen en el futuro en todos los países del mundo, tanto para hombres como para mujeres. Incluso en aquellos países con peores resultados en términos de longevidad, las mejoras han sido más significativas, especialmente en los países de Africa, lo que gradualmente reduce la brecha entre países con una mayor y menor longevidad. 

Además, es importante destacar que en un mundo donde las fronteras entre países están cada vez más difuminadas y el traslado de un país a otro es relativamente sencillo, nuestras características de mortalidad y longevidad varían según el país en el que nos encontremos. Por lo tanto, vivir en un país desarrollado es diferente a hacerlo en uno en vías de desarrollo, ya que nuestra esperanza de vida y condiciones de longevidad serán distintas.

Otro aspecto reseñable es la reducción progresiva de la brecha de género entre hombres y mujeres, causada por la adopción de hábitos poco saludables como son el consumo de tabaco o alcohol, que eran más comunes antes en los hombres. Sin embargo, aunque el estudio indica que esta brecha se reducirá en cierta medida, se espera que persista en el futuro.

Para finalizar quiero decir que es importante destacar que este trabajo ha sido realizado por tres investigadores más, dos de la Universidad de Barcelona, Mercè Claramunt y Xavier Varea, y uno de la Universidad de Oxford y la Universidad de Medicina Tropical de Londres, Jose Manuel Aburto.


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